El MITO DEL ANDRÓGINO
Muchas veces habrás escuchado una teoría que interpreta el amor como una fuerza que empuja a una persona a buscar su complemento psicológico en la relación de pareja con otra persona (su "media naranja"). Para apoyar tal teoría se suele aludir al mito del andrógino que el filósofo ateniense Platón explica en su obra El Banquete. Te habrán contado, pues, probablemente, muchas veces, que Platón nos relata cómo en otro tiempo existía una clase particular de ser humano que se llamaba andrógino; este ser reunía en sí a los dos sexos: el sexo femenino y el sexo masculino. Los seres humanos tenían formas redondeadas: la espalda y los costados colocados en círculo. Contaban con cuatro brazos, cuatro piernas, dos rostros y una sola cabeza. Tales cuerpos resultaban muy vigorosos y concibieron la idea de combatir a los dioses. Zeus, entonces, planeó un medio para debilitar a los seres humanos: dividirlos en dos. Desde entonces los humanos tuvieron que caminar sólo con dos piernas. Hecha esta división, cada mitad hace esfuerzos para encontrar a su otra mitad. Cada uno de nosotros, dice Platón, no es más que una mitad de ser humano, que ha sido separada de su todo como se divide una hoja en dos.
En el desarrollo de la cultura occidental posterior a la cultura griega se ha utilizado el mito del andrógino descrito por Platón para justificar la necesidad de complementación psicológica que los varones y las mujeres tienen entre sí. Para establecer una relación de pareja, se afirma, un varón necesita a una mujer; y una mujer necesita a un varón. Implícita, o explicítamente, se eliminan otras relaciones de pareja: si un varón, por ejemplo, no busca una complementación en una relación con una mujer, se afirma, le faltaría algo. Y aquí se vuelve a apelar a la necesidad mutua que los varones y las mujeres tienen entre sí señalada por el mito del gran filósofo ateniense. El mito del andrógino completo
Lo paradógico es que en el mito del andrógino descrito por Platón la clase de andrógino compuesto por un cuerpo de hombre y un cuerpo de mujer sólo es una de las tres clases que enumera Platón.
El filósofo de Atenas nos habla además de un andrógino compuesto -antes de la separación- por dos cuerpos de hombre. También nos habla de un andrógino compuesto -antes de la separación- por dos cuerpos de mujer.
Así, siguiendo el mito completo, después de la separación que como castigo aplicó Zeus, unos varones buscan a su mitad, que son mujeres. Unas mujeres buscan a su mitad, que son varones. Unos hombres buscan a su mitad, que son también hombres. Y otras mujeres buscan a su mitad, que son también mujeres. Dice Platón:
«A las mujeres, que provienen de la separación de las mujeres primiti-vas, no llaman la atención los hombres y se inclinan más a las mujeres; a esta especie pertenecen las tribades. Del mismo modo, los hombres que provienen de la separación de los hombres primitivos, buscan el sexo masculino... Si se casan y tienen familia, no es porque la naturaleza los incline a ello, sino porque la ley los obliga» (PLATÓN, Simposio (Banquete) o de la Erótica, ed. F. Larroyo, Mexico, 1979, p. 364).
En conclusión: el mito del andrógino que Platón desarrolla supone una explicación -como todo mito- vital y emocional de las relaciones de pareja tanto heterosexuales, como homosexuales. Una cultura heterosexista, sin embargo, lo ha utilizado para dar validez sólo a las relaciones heterosexuales, y, no pocas veces, incluso, como arma arrojadiza contra las relaciones homosexuales. En este último caso resulta llamativo que se utilice un texto de Platón contra un tipo de relaciones que el propio filósofo exaltaba y mantenía.
Un ejemplo de distorsión del sentido del texto de Platón se encuentra en el libro de filosofía de primero de bachillerato LOGSE de la editorial Edebé, editado en Barcelona en 1998. En la página 89 al explicar el origen de la necesidad del amor se afirma que el mito del andrógino de Platón es una de las explicaciones más populares. Y en vez de seleccionar un párrafo de El Banquete de Platón, se selecciona un texto de Octavio Paz de su obra La Llama Doble. Octavio Paz sólo explica la necesidad de complementarse que experimentan las parejas de hombre-mujer, y olvida una vez más que la misma necesidad afecta a las parejas de hombre-hombre y mujer-mujer, alterando así el sentido original del texto de Platón.
EL MITO DE ZEUS Y GANÍMEDES
Te habrán contado o habrás leído alguna vez que el Dios griego Zeus (o Júpiter, para los romanos) se transformaba frecuentemente en diversos animales para poder conseguir el objeto de su pasión amorosa. Seguramente conocerás el mito del rapto de Europa, en el que Zeus/Júpiter se transforma en un toro maravilloso que fascinó a la joven Europa. Muchas de estas aventuras están representadas en bellos cuadros que puedes admirar en el Museo del Prado. Lo que quizá no sepas es que no siempre el objeto amoroso que Zeus/Júpiter quería alcanzar era una joven y hermosa muchacha. En ocasiones eran los jóvenes los que atraían al incansable dios del Olimpo, como aquel Ganímedes del que hablan Las Metamorfosis, del escritor Ovidio:
Encantado Júpiter con las gracias de Ganímedes el troyano, no pudo resistir el fuego de pasión que le consumía. Para llegar al efebo deseó transformarse precisamente en el águila que llevaba su rayo. Atravesó los espacios y elevó por ellos al joven que, pese a la desdichada y celosa Juno, bebió del llamado néctar de los dioses.
Desde entonces, Ganímedes se quedó en el Olimpo. Puedes probar a buscar esta historia, igualmente, entre los cuadros o esculturas mitológicas del Museo del Prado, seguro que encuentras más de un ejemplar. Ganímedes suele ser representado con una copa, puesto que en el Olimpo fue el copero de los dioses.
APOLO Y JACINTO
Sabrás que el jacinto es el nombre de una flor, pero seguro que nunca te han contado de dónde procede su nombre. Jacinto era un muchacho del cual el dios Apolo/Febo se había enamorado apasionadamente. Por él dejó el Olimpo y se marchó a la ciudad de Delfos, tal y como cuenta Ovidio en Las Metamorfosis. Una tarde que recorrían los campos, Jacinto propuso al dios distraerse un rato probando quién lanzaba con mayor fuerza el hierro con el que cazaban. Apolo lanzó el suyo y cayó en tierra, después de haberse elevado hasta las nubes. Pero Jacinto tropezó al lanzar el suyo y el hierro le dio en el rostro, hiriéndole de muerte. Apolo, alarmado, se quedó pálido. Lavó la herida de su amante, le aplicó hierbas aromáticas, pero todo fue inútil: Jacinto murió como una flor arrancada, doblando el cuello sobre el pecho de Apolo. Este es el lamento del dios por la muerte de su amor, escrito por Ovidio:
¡Te mueres en la flor de la juventud! ¡Y he sido yo, amado Jacinto el culpable por atender a tus ruegos! ¡No puedo mirarte la herida mortal sin ver en mi mano como una mancha de sangre! ¡Mi único consuelo es el pensar que me ha movido el amor inmenso que te tengo! ¡Ojalá pudiera dar mi existencia por la tuya o morir contigo! Pero... mi lira no cesará de cantarte... y tu sangre formará una flor parecida a la azucena, excepto en el color, que siempre me recordará mi dolor con lágrimas.
Jacinto murió pero de su sangre nacieron unas flores que perviven hasta hoy, en recuerdo del amor entre Apolo y Jacinto.
SAFO DE LESBOS
¿Conoces de dónde viene el término que designa la homosexualidad femenina: «lesbianismo»? Si miras en el diccionario, buscando una definición etimológica (es decir, sobre el origen de la palabra) encontrarás, por ejemplo: «Lésbico», de Lesbos (isla griega), porque en este lugar vivió la poetisa Safo, de quien se decía que era lesbiana («CLAVE. DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL ACTUAL»). Pero esto no es decir gran cosa, puesto que si esta poetisa era de la isla de «Lesbos», es lógico que fuera «lesbiana» ¿no?
¿Sabes quién era esta poetisa Safo? Safo vivió en la isla de Lesbos en el siglo VII antes de Cristo y su poesía amorosa, a pesar de los escasos fragmentos conservados, es de lo más hermoso que se escribió en la Antigüedad, según muchos autores que la alabaron desde entonces. Platón dijo de ella que era la décima musa de las artes. Su fama, no obstante, también hizo crecer los envidiosos de su talento, por lo que circularon diversas leyendas falsas sobre su vida (como la que recoge el propio Ovidio, que en esto no estuvo muy acertado).
¿Sabes quién era esta poetisa Safo? Safo vivió en la isla de Lesbos en el siglo VII antes de Cristo y su poesía amorosa, a pesar de los escasos fragmentos conservados, es de lo más hermoso que se escribió en la Antigüedad, según muchos autores que la alabaron desde entonces. Platón dijo de ella que era la décima musa de las artes. Su fama, no obstante, también hizo crecer los envidiosos de su talento, por lo que circularon diversas leyendas falsas sobre su vida (como la que recoge el propio Ovidio, que en esto no estuvo muy acertado).
Safo cantó la belleza y el amor a las mujeres. En la isla de Lesbos fundó una escuela de canto, música y danza para las jóvenes que querían aspirar a una cultura elevada y al desarrollo de las artes. Safo llamaba a su escuela la casa de las Musas. En ella, no sólo se cantaba al amor entre mujeres, también se componían versos, llamados epitalamios, para las fiestas de bodas. Pero fue la fama del amor que cantaba Safo y otras de las discípulas de su escuela de Lesbos la que llevó, posteriormente, a definir como «lesbianismo» la relación amorosa-sexual entre mujeres.
BIBLIOGRAFÍA
(sobre la homosexualidad en la Antigüedad)
PLATÓN, «Symposio (Banquete) o de la Erótica», Diálogos, ed. F. Larroyo, México, 1979.
OVIDIO, Las Metamorfosis, Madrid, 1989.
SAFO, Poemas, introd. trad. notas C. Montemayor, México, 1988.
SERGEANT, B. L'homosexualité initatique dans l'Europe ancienne, Paris, 1986.
SERGEANT, B. La homosexualidad en la mitología griega, Barcelona: Alta Fulla, 1986.
PASTRE, G. Athènes et «la pèril saphique»: homosexualité féminime en Grèce ancienne, Paris: Le Mots à la bouche, 1987.
SASLOE, J. M. Ganimedes en el Renacimiento. La homosexualidad en el arte y en la sociedad, Madrid: Nerea, 1989.
HALPERIN, D. M One hundred years of homosexuality and other essays on Greek Love, New York: Routledge, 1990
MARTOS MONTIEL, J. F. Desde Lesbos con amor: homosexualidad femenina en la antigüedad, Madrid: Ediciones Clásicas, 1996.
(sobre la homosexualidad en la Antigüedad)
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HALPERIN, D. M One hundred years of homosexuality and other essays on Greek Love, New York: Routledge, 1990
MARTOS MONTIEL, J. F. Desde Lesbos con amor: homosexualidad femenina en la antigüedad, Madrid: Ediciones Clásicas, 1996.
Guau! Por fin encuentro un lugar donde puedo leer mitologia griega, un tema que me encanta. Me ha gustado el post. ^__^
ResponderEliminarMas adelante seguire publicando mas al respecto
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